¿Qué fue el desplome bursátil de 1929?
En 1929, el desplome bursátil comenzó el "Lunes Negro" el 28 de octubre. Durante un intenso volumen de operaciones, los inversores preocupados hicieron que el DJIA cayera casi un 13%. El colapso se produjo tras 10 años de progreso económico y un mercado alcista. La Gran Depresión siguió al desplome y se prolongó hasta la Segunda Guerra Mundial. Para estabilizar los mercados, el Congreso aprobó regulaciones federales como la Ley Glass-Steagall de 1933.
Conceptos básicos
En el otoño de 1929, el Dow Jones Industrial Average (DJIA) sufrió una caída catastrófica de casi un 13% el "Lunes Negro", 28 de octubre de 1929, señalando el inicio de una catástrofe financiera. Aunque en la primera semana el pánico y las ventas masivas afectaron a los inversores, la contracción más profunda se desplegó durante los dos años siguientes, coincidiendo con la aparición de la Gran Depresión. El 8 de julio de 1932, el DJIA tocó fondo, desplomándose hasta un asombroso 89% por debajo de su pico de septiembre de 1929. Esta caída marcó el mercado bajista más profundo en la historia de Wall Street. No sería hasta 1954 cuando el mercado recuperó y superó de nuevo su máximo de 1929.
Explorando el desplome bursátil de 1929
Tras cinco años de ascensos en el DJIA, la bolsa colapsó en 1929. Durante ese periodo, las empresas industriales cotizaban con ratios precio-beneficio (P/E) superiores a 15, aparentemente justificados por una década de notable crecimiento de la productividad manufacturera. Sin embargo, la sobreproducción generó un excedente de acero, hierro y bienes duraderos que afectó a muchas industrias. El exceso de oferta, junto con la reducción de la demanda y la escasez de compradores, obligó a los fabricantes a vender sus productos con pérdidas. Como consecuencia, los precios de las acciones se desplomaron.
Para frenar la especulación desbocada, la Reserva Federal decidió aumentar la tasa de redescuento del 5% al 6% en agosto de 1929. Algunos expertos sostienen que esta medida frenó la expansión económica y erosionó la liquidez del mercado de acciones, haciendo los mercados más vulnerables a caídas bruscas de precios.
La situación de los servicios públicos en 1929
En 1929, una gran parte del sector eléctrico había sufrido una consolidación, con sociedades tenedoras dominando aproximadamente dos tercios de la industria en Estados Unidos. La Comisión Federal de Comercio (FTC) ya había alertado en 1928 sobre las prácticas injustas de estas sociedades tenedoras. Entre esas prácticas estaban la explotación de las subsidiarias mediante contratos de servicio y contabilidades engañosas relacionadas con la depreciación y la sobrevaloración de propiedades, lo que amenazaba seriamente a los inversores.
En octubre de 1929, en medio de la introducción de nueva legislación destinada a regular el sector de servicios públicos, se desató una reacción en cadena de ventas. Los inversores que habían operado con margen se vieron obligados a liquidar sus posiciones, precipitando una venta masiva en todo el mercado.
El papel de las quiebras bancarias en la Gran Depresión
En los tiempos turbulentos de la Gran Depresión, la Reserva Federal inicialmente dudó en abordar el desplome bursátil, permitiendo que una ola de quiebras bancarias envolviera el sistema financiero. El secretario del Tesoro, Andrew Mellon, aconsejó al presidente Herbert Hoover con palabras duras: "Liquidar la mano de obra, liquidar las acciones, liquidar a los agricultores, liquidar los bienes raíces… Esto purgará la podredumbre del sistema."
El impacto del desplome se agravó con el colapso de bonos extranjeros. La desaparición de la demanda financiada por proveedores para productos americanos, impulsada por préstamos a prestatarios en el extranjero, contribuyó a la crisis. Al concluir el desplome, el mercado había perdido 30.000 millones de dólares en valor, equivalente a aproximadamente 528.000 millones de dólares en la moneda actual.
El desplome bursátil fue un presagio de la Gran Depresión, provocando que 15 millones de estadounidenses perdieran sus empleos y que la mitad de los bancos del país colapsaran para 1933. La economía sufrió una fuerte caída de la producción y la demanda, lo que dio lugar a largas filas para obtener pan y a una gran cantidad de personas sin hogar. Los agricultores, ante condiciones desesperadas, tuvieron que abandonar cultivos, lo que condujo al hambre. Las sequías en el sur, que provocaron fuertes vientos y el infame Dust Bowl, empujaron a muchos agricultores a buscar trabajo en las ciudades.
Respuestas legislativas posteriores a 1929
Tras los catastróficos sucesos de la Gran Depresión, se abrió una nueva era caracterizada por el aislacionismo, el proteccionismo y el nacionalismo. La infame Ley Arancelaria Smoot-Hawley de 1930 marcó el inicio de una preocupante tendencia de políticas económicas de "arruinar al vecino". La ausencia de una supervisión gubernamental efectiva, basada en principios económicos de laissez-faire, fue ampliamente reconocida como un factor que contribuyó al desplome de 1929. En respuesta, el Congreso tomó medidas proactivas para implementar regulaciones federales destinadas a estabilizar los mercados financieros.
En 1933, la Ley Glass-Steagall surgió como una pieza legislativa clave. Obligó a los bancos comerciales a abstenerse de participar en actividades de banca de inversión, protegiendo a los depositantes de posibles pérdidas derivadas de la especulación bancaria. Al mismo tiempo, esta ley dio origen a la Corporación Federal de Seguros de Depósitos (FDIC), reforzando la seguridad de los depósitos bancarios.
En 1934 se introdujo el Securities Exchange Act para regular las transacciones de valores en el mercado secundario, fomentando una mayor transparencia financiera y mitigando el riesgo de fraude y manipulación.
Finalmente, en 1935 se estableció la Public Utility Holding Companies Act para desmantelar las mayores compañías eléctricas del país. Esto se hizo para evitar los efectos negativos que podría ocasionar la quiebra de una sola empresa a escala mayor.
Conclusión
Varios elementos clave convergieron para precipitar el desplome bursátil de 1929. Entre ellos destaca la especulación desmedida del mercado, niveles crecientes de endeudamiento, una caída de la producción y del consumo y un sector agrario debilitado. Estos factores culminaron en un evento catastrófico el 28 de octubre de 1929, cuando inversores en pánico provocaron una caída de casi el 13% en el Dow Jones Industrial Average. Este drástico desplome marcó el inicio de la Gran Depresión, que perduró hasta la Segunda Guerra Mundial.